PRESENTACIÓN DE JAVIER BOZALONGO Y
PAULA BOZALONGO
Por Juan Javier Ortigosa Cano
Buenas
tardes a todos.
Un
año más, estamos aquí, en la decimoquinta Aula de Poesía que organiza el
Departamento de Lengua y Literatura en colaboración con otros Departamentos a
los que agradecemos –como no puede ser de otro modo- dicha colaboración.
Este
año nos acompañan dos grandes poetas que tienen la particularidad de ser padre
e hija. En este mundo en que vivimos, pesa más el dinero que los sueños, el
“habrá o no salida” y resulta curioso que Javier y Paula, dos generaciones de
una misma familia, hayan encontrado en la poesía una meta común.
Los
viernes, poesía.
Aún
recuerdo las palabras de Javier, cuando en Granada se le propuso la posibilidad
de participar en el Aula de Poesía. Aquella tarde le manifiesté mi inteción de
ser poeta y él me corrigió.
- ¿Escribes poesía?
La
respuesta era evidente. Yo escribía poesía y lo hacía por pura necesidad.
-Pues ya eres poeta, porque poeta es quien escribe poemas.
La
poesía también forma parte de la vida de mi padre y, no sé muy bien por qué, se
ha convertido en algo que forma parte de la mía.
Los
viernes, poesía.
Es
una frase que me repite constantemente mi padre. Todos los viernes después de
clase nos aguarda en la misma mesa del mismo bar una coca cola –perdón por la
publicidad-, una cerveza sin alcohol y una serie de tapas que dada la hora me
voy a evitar citar. Somos así de previsibles. Y acuden al calor de nuestra
conversación Gil de Biedma, Ángel González, Derek Walcott… Otras veces
cambiamos de ciudad, pero no cambiamos de piel. Granada es, un punto de
reencuentro, el escenario de un viaje por librerías de viejo en busca de
primeras ediciones que solo aprecian quienes buscan incansables desde hace más
de veinte años libros que se resisten a aparecer y que solo el azar los pone en
tus manos. El viaje comienza en la librería Atlas en la calle Fábrica vieja y
termina siempre en la librería Sostiene Pereira junto a la Puerta de Elvira.
La
poesía, incluso, nos visita en forma de carta certificada. Como el coronel de
García Márquez aguardamos pacientemente su llegada desde ciudades tan lejanas
como Buenos Aires, Rabat, Roma o París o desde ciudades virtuales donde
descansan millones de libros como una Arcadia feliz a la distancia de un solo
clic en el teclado de nuestro ordenador.
Todo
esto crea un compromiso invisible con la poesía que te atrapa.
Los
viernes, poesía.
Javier
y Paula han compartido muchas horas y en muchos casos la poesía ha adquirido el
papel protagonista. Paula ha confesado en muchas entrevistas que los poetas que
leía se convirtieron en amigos con los que compartió mesa y conversaciones,
porque eran amigos de su padre y pasaron a serlo también de ella, así se dejó
atrapar por la poesía.
¿Pero
cómo algo como la poesía puede atraparte?
La poesía
a primera vista suena distante y fría como las gélidas aguas de un lago. Y a
veces tememos ahogarnos entre sus aguas, abrazar a ese otro yo que se refleja
en la orilla.
Soy de
los que siempre han encontrado en ella una salida de emergencias, un tema de
conversación y por qué no una amiga, porque a veces las palabras se desnudan y
vienen a ti como esperando una caricia, algún gesto que les delate quién eres y
por qué estás aquí.
Cuando
leo la poesía de Javier siento que me asaltan las ganas de tomar el primer
autobús no sé hacia dónde, de buscarle el final a todos los caminos, siento que
en mí despierta el pasajero que siempre acaba durmiéndose en los viajes. No
puedo evitar sentir en sus palabras ese tono que solo confiere la experiencia.
Por
otra parte, Paula nos presenta un
mundo en el que el fuego no quema, la pólvora no estalla y diciembre es
algo más que un mes de treinta y un días. Ella nos invita a calcinarnos por
amor y estallar de rabia cuando la vida nos pise demasiado, cuando no podamos
tolerar más injusticias. Nos invita a ver en diciembre algo más que una fecha,
tal vez una cita o un recuerdo,
quién sabe...
Insisto,
hay viernes en los que la poesía se sienta en la mesa para tutearnos y
hablarnos de pasión y azar, de miedo y destino, de cómo los jóvenes no saben
esperar e impetuosos se lanzan de
cabeza a la tormenta. Mi padre me responde con una sonrisa a veces amarga que
en ellos se fragua el futuro, un futuro que promete ser un soplo de aire para
un mundo estancado en lo accesorio. Javier y Paula también han compartido
sobremesa con ella y saben de qué les hablo.
Sería
demasiado fácil calificar la poesía de Javier y Paula, pero muy arriesgado
porque estaría poniéndole diques y fronteras a vuestra imaginación. Cada
persona tiene derecho a sentirse protagonista del poema, sentir que se ha
escrito para él o ella.
Eso es
lo mágico de la palabras, que cuando se despliegan sobre una hoja, se desbordan
sin seguir ninguna norma, desoyendo advertencias o prohibiciones y llegan a
cada persona de una forma distinta.
Por eso
os aconsejo que disfrutéis de la poesía de Javier y Paula sin recetas ni
prospectos.
Hay
conversaciones que se van deshilando con las horas, dejando un reguero de
expresiones y palabras condenadas al olvido.
Para
evitarlo les cedo a Paula y Javier este micrófono y la posibilidad de
demostraros que como decía Raquel Lanseros “la poesía es azul aunque a veces la
vistan de luto”.
Olula del Río, 10 de abril
de 2015.